Parar y empezar de nuevo

3 de Julio de 2025

El mismo lugar desde otra orilla

Estoy viviendo una segunda oportunidad en el taller. En febrero, después de quedarme bloqueada de la espalda cuatro veces, cuando no podía ni girar el cuerpo en la cama, recibí una noticia muy dura de asimilar: no volver a martillar. Para algunos, incluso la médica, la sugerencia sonaba fácil: "Vas a encontrar algo más." Para mí, martillar es precisamente donde encontré mi presente, mi forma de estar, de tener un lenguaje propio, de explorar lugares con el metal que solo allí fui descubriendo, muy míos. No martillar era alejarme de lo que más me gusta en el taller, y en el taller es donde quiero pasar los días. Fueron seis meses de muchas vueltas, sobre todo mentales. ¿Qué más soy, si no soy joyera? ¿Quién más soy, si no tengo el taller? Fue linda esa distancia y ver que soy otras cosas. Pero todo lo canalizo en el taller.

 

 

Para muchas personas, esta podría ser una historia de reinventarse. Después de una situación como esta, terminan encontrando otro material, otro oficio u otra profesión. Pero para mí fue una claridad de estar haciendo lo que más me gusta, y que la conversación con el cuerpo es otra. ¿Qué tengo que hacer cuerpo para que podamos seguir con el oficio? Encontré varias cosas al preguntarme qué es innegociable y qué puedo cambiar y soltar.

La médica me invitó a parar. Nada de ejercicio o cualquier actividad que comprometiera la espalda. Eso significó parar todas las actividades a las que llego por disfrute, pasión, descanso, trabajo o calma: hacer yoga, tejer, dibujar y, sobre todo, pasar al taller. Me quedaba: leer, contemplar y meditar. A eso me dediqué durante febrero y marzo, porque compartir con otros me estaba costando mucho, no encontraba la forma de contar lo que estaba viviendo.

En esa pausa, pude ver que ante el cuerpo ponía la pasión por el oficio. Así ya tuviera mensajes claros del cuerpo de parar y seguir otro día, las ganas de seguir o, a veces, la presión del trabajo por terminar algo callaban el mensaje del cuerpo a parar. Ese esfuerzo extra es el que me llevó a sufrir de la espalda y desajustar el cuerpo (entre otros temas más viejos y personales). Ahora tengo una nueva frase que me recuerdo todos los días: el cuerpo primero. (Me hice una tobillera que me lo recuerda).

 

 

La frase que más escuché durante un año es: tienes que fortalecer. Sentí mucha aversión a este mensaje. Una parte de mí entendió esa idea como "eres débil", y es algo con lo que me he sentido en lucha en muchos momentos de mi vida por ser delgada. Pero ahora entiendo lo que me querían decir.

Encontré el agua. Empecé a hacer fisioterapia en el agua con Virginia y mi cuerpo soltó la tensión. Ir al agua es un goce, y ese disfrute me hizo soltar el cuerpo. En fisioterapia en tierra, mi cuerpo pensaba que estaba débil y enfermo. En el agua estamos jugando. Y ejercicio tras ejercicio empecé a fortalecer, a mi manera: delgada, pero más firme. Volví a estar derecha y mi hombro, que estaba 3 cm más arriba que el otro, se enderezó, al igual que mi columna y cadera. No solo nado de día, también mientras duermo, sueño que nado.

Durante los momentos más difíciles del dolor entendí por qué meditar. Sentí que en esos momentos es cuando el aprendizaje se revela, llega con todo su poder para "redimir el bono de lo acumulado", es decir, aprendido. Tuve instantes que recuerdo perfectamente porque se parecen a hacer magia. Lograba entrar a estados tan profundos de concentración que dejaba de sentir el cuerpo en la cama. Lograba flotar para no sentir dolor. Por eso, gracias a mis maestras Andrea Castillo y Merce Lopez, que me acompañaron con sus audios en los momentos más difíciles.

 

Varias personas me han ayudado en este proceso: Adriana Tabares, la médica, con unos masajes puntuales e intensos que mueven el cuerpo desde adentro; Mauricio Llano, el bioenergético, con su mirada de la raíz de las enfermedades; Lida y María Alquimia, con sus masajes largos y llenos de magia; Adriana, la psicóloga, con su escucha semanal y su forma de poner en orden los pensamientos; Andrea Katich con su forma amorosa de guiar el cuerpo; Cami Parra, que soñó conmigo una máquina para martillar y me dio esperanza; mi familia, que me cargó literalmente y me cambió de ropa cuando no pude hacerlo; mis amigas, por estar; y mi compañero lindo, que no dudó en que iba a estar bien, me escuchó y acompañó cada pensamiento de duda y miedo que tuve estos meses.

Ahora que he vuelto al taller y estamos (el cuerpo y yo) logrando trabajar, tengo otra intención en el taller: estar aún más presente y en gratitud con lo que hago. Me he conectado nuevamente con mi motivación, que a veces, por el afán de vivir del oficio y la presión del sistema, me estaba desviando en producir más de lo que podía. He vuelto a mi ritmo y a entrar en negociación conmigo misma cuando llega ese cohete que cree que podemos hacer más de lo que es sano.

He encontrado que respirar y estar presente es la forma de volverme blanda a lo duro (frase fantástica que salió de las conversaciones mensuales con Power Paola, compañera de meditación).

Esta feria es especial por eso, porque vengo con unas piezas que no estaba segura si podría hacer, y ahora que lo logré, (Con mucha ayuda) se me infla el pecho de gratitud y amor por poder pasar horas al frente del material y hacer lo que más me gusta hacer. Saber que puedo entregarlas a personas que resuenen con ellas para que continúe el ciclo me hace profundamente feliz.

Gracias a Sebastián mi ayudante en el taller, a Jairo y al equipo de Uraku por sostenerme.

Gracias por leer. Expresarme y ser escuchada ha sido muy retador en esta experiencia.

Con amor, Ana María Jiménez

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