Japón

Japón

29 de octubre de 2024

Septiembre 2024

 

 

Una parte de mí se sintió muy cómoda en Japón, como si de alguna manera perteneciera al lugar.

Encontré un país que vibra en una frecuencia parecida a la mía. Hay espacio para la sutileza, el silencio, lo invisible, la belleza.


 

 


El silencio

Hay una frase que me ha acompañado últimamente: "el mundo suena". Me la repito para calmarme cuando me molestan los sonidos alrededor. Me recuerda que el silencio debo encontrarlo dentro o simplemente acostumbrarme a lo que suena.

Pero en Japón, me sorprendí al descubrir que hay lugares donde el mundo no suena. Recuerdo dos momentos en particular. En Tokio, una noche salimos a caminar después de cenar. El barrio estaba en silencio. No había voces, no sonaba música, no pasaban carros. No ladraban perros. Fue una sorpresa, pensé: sí hay un lugar que no suena. Esa parte de mí que es sensible al sonido estaba plácida, disfrutando de esas escenas silenciosas.

Otro momento que recuerdo con detalle fue en Tokoname. María* y yo viajamos allí para conocer el pueblo ceramista. Alguien le había dicho a María que debía ir, y le hacemos caso a esas recomendaciones que nos cambian la vida. Teníamos un contacto allí, Takayuki, que nos mostró Tokoname y nos llevó a conocer a varios maestros de la cerámica que nos recibieron en la intimidad de sus talleres. Verlos trabajar, vibrar con sus oficios, fue un momento dorado -como digo cuando la emoción invade el estómago y los ojos se humedecen-.

Creo fervientemente que quienes tienen un oficio en sus manos poseen una conexión especial con la vida.


*Maria Cano, gran amiga y ceramista. Para conocerla mejor @_salvaje__


 

 

Volviendo al sonido, nos hospedamos en una "guest house". Nos recibió Rina, quien había convertido la casa de su abuela en una casa de visitas. 

 

Yomogi, guest house
Yomogi, guest house

 

Tenía muchas ganas de conocer una casa tradicional japonesa; la arquitectura de este país me despertó nuevamente la curiosidad por la arquitectura. Dibujé sus casas, sus detalles, sus proporciones. Nuestra habitación estaba en el segundo piso, al final de un corredor, separada de otra con paneles corredizos. Dormimos en el piso, y me encantó ver las sábanas con formas distintas y los objetos a "escala piso", especialmente el escritorio.

 

 

En esa habitación, un día salí a meditar al balcón y no había sonidos. ¿Cómo es posible que un pueblo habitado no suene? Solo un pájaro me aseguró que realmente estaba escuchando bien.

Quisiera saber más sobre el silencio en Japón, como también sobre tantas otras cosas que me interesaron.

Es difícil explicar la sensación de descanso que me daban los lugares concurridos y silenciosos: el metro, el bus, un restaurante. Espacios con muchas personas compartiendo el silencio.


 

 

 

 

La belleza

Escuché que la belleza para los japoneses es un arma de protección. Ante tantas catástrofes como terremotos, incendios y guerras que los han obligado a empezar de nuevo, la belleza los cuida.

De esto también quiero saber más. María me regaló un libro sobre la belleza en Japón que estoy a punto de empezar.

Siempre me han gustado las cosas bellas. Me producen una calma interna, una especie de júbilo, estabilidad, equilibrio. Estudié arquitectura y algunos textos de la universidad me confundieron sobre la belleza, como si fuera algo prohibido o banal. Pero en Japón comprendí su fuerza. Es esencial para la vida, para habitar los espacios, el cuerpo. Es esencial para la vista. La belleza es subjetiva, ya sabemos. Pero en Japón encontré mi tipo de belleza. Sutil, suave, con lo justo, de materiales nobles, con espíritu, objetos hechos por manos sabias.


 

 


El espacio entre las cosas

Tardé en darme cuenta de lo que me llamaba la atención en los espacios que visitaba. Luego lo entendí: era el espacio entre las cosas. 

Hay más espacio entre un objeto y otro. Entre un objeto y una pared. Entre una pared y otra, puede haber solo espacio y tres tatamis. Entre las personas también hay espacio; aunque sea una estación de metro concurrida, los cuerpos no se tocan.


 

 


Los saludos

Al principio, no entendía tantas venias ni las despedidas prolongadas con el movimiento de la mano. Con los días, empecé a imitarlos y a disfrutarlos. Sentía un gesto de respeto y gratitud en la venia. Con muchas personas no pude comunicarme, pero al hacer la venia y decir “Arigatō gozaimasu”, sentía que tenía todo lo que necesitaba. Al final del viaje, repetía el gesto con la mano por más tiempo de lo que sería natural para mí, y entendí todo lo que se dice con ese movimiento: es lo que para nosotros, los latinos, es un abrazo, más un beso, más una caricia en la cabeza, más un “te extrañaré” o “qué bueno verte”. Todo eso cabe en el movimiento de una mano que no deja de decir adiós y en un cuerpo que baja la cabeza repetidamente mientras se aleja.

 

Dando las gracias, con una venia, con las manos y con un anillo que tiene en el dedo meñique, Ella me enseñó la ceremonia de té que tanto quería ver minutos andes de partir de Tokoname.
Dando las gracias, con una venia, con las manos y con un anillo que tiene en el dedo meñique, Ella me enseñó la ceremonia de té que tanto quería ver minutos andes de partir de Tokoname.

 

Con algunas personas que conocimos en el camino y con quienes compartimos más días, llenamos el espacio con abrazos latinos.


 

Compañeros de la exposición Agua de Mil nueve ocho
Compañeros de la exposición Agua de Mil nueve ocho

 


Lo sutil

Hay cosas que se perciben solo con el silencio y la calma. En mi día a día, he construido conscientemente espacios y actividades que me permiten entrar en esos estados de percepción. Son vitales para mí. Los necesito. Pero en Colombia, tengo que buscarlos, crearlos y, de alguna forma, alejarme para alcanzarlos.

En Japón, esa sutileza la encontré en la calle, en los espacios, en las conversaciones pausadas, en la forma de mirar y en su presencia. Es una forma de hacer las cosas que es muy difícil poner en palabras. Es algo que se siente en la piel, por dentro, y que incluso está en el aire.

 

Maria ven! Este es el cuadro mas lindo que vas a ver en tu vida: El musgo en detalle.
Maria ven! Este es el cuadro mas lindo que vas a ver en tu vida: El musgo en detalle.

 


Mi cuerpo

Por primera vez en la vida, sentí que mi contextura formaba parte de una mayoría. Soy delgada, siempre lo he sido. En muchos momentos de la vida, he sufrido por ello: por no encontrar ropa de mi talla a los 16 años, por no conseguir brasieres para nuestra boda o por recibir comentarios incómodos de otras personas sobre mi cuerpo.

En Japón, pasé mucho tiempo observando a la gente caminar. Sentía una alegría interna al ver a tantas mujeres de mi tamaño alrededor. Solo quienes se han sentido minoría por alguna razón pueden entender esa sensación.

La belleza está en muchas partes. Hay cuerpos que por naturaleza son de un tamaño u otro. Gracias mujeres japonesas por compartir conmigo un tamaño pequeño que se siente bien, que pisa suave, que también es bello, fuerte y ocupa su espacio en el mundo.


 

Foto por Maria en Kioto en una calle hermosa
Foto por Maria en Kioto en una calle hermosa

 

 

Foto del primer dia en Tokyo mientras Caro nos presentaba la ciudad
Foto del primer dia en Tokyo mientras Caro nos presentaba la ciudad

 


Onsen y sororidad

Baños públicos para asearse en detalle y en profundidad junto a otras mujeres desnudas.

Después de bañarnos con jabón y shampoo todos los rincones del cuerpo, sobre una silla, con una ducha de mano y frente a un espejo, nos sumergimos en baños calientes y fríos, saunas y turcos. Observamos y repetimos las acciones de las otras mujeres para entender las dinámicas de este encuentro femenino alrededor del baño, tan desconocido para nosotras. Cada acción tiene su forma de hacerse para ellas. A mí me encanta repetir bien las maneras de hacer, y por supuesto, esta fue una de ellas.

Entramos a dos onsen; el primero en Kyoto. Era pequeño y muy tradicional. Atravesamos la tela que divide el afuera y el adentro de cada lugar, nos quitamos los zapatos y dos mujeres nos preguntaron: "¿Trajeron toalla? ¿Shampoo?" Como no lo teníamos planeado porque respondimos al impulso de mi deseo de onsen que tenía desde el primer día, no teníamos nada con nosotras. Nos dieron una toalla amarilla pequeña, un shampoo, acondicionador y jabón. Entramos sin saber bien qué hacer ni cómo era; solo sabíamos que lo que seguía era bañarnos desnudas. Nos empezamos a quitar la ropa y, al ver la frescura y naturalidad de las mujeres, hicimos lo mismo: desnudarnos con tranquilidad. Observamos a las otras, no para entrometernos, sino para entender qué hacían. La siguiente estación era el baño. En un espacio de unos 4 m x 5 m todo de baldosa, con luz blanca y techo alto, cada lado de la pared con duchas de mano, espejo y un banquito de plástico. Yo preferí no sentarme en el banquito cómodo y me quedé en cuclillas. Los shampoos y jabones de Japón me tenían fascinada con su olor. Repetimos el baño meticuloso que vimos hacer a las mujeres: nos restregamos con jabón todo el cuerpo hasta sacar espuma, nos lavamos el pelo con shampoo y acondicionador, aunque estuviera limpio.

Siguiente estación, las bañeras. De cuatro diferentes piscinitas, escogimos una de agua caliente. Nos llegaba a la cintura. Yo dichosa; María con un tris más de resistencia. Yo en el agua soy feliz, así simplemente, en un termal, en una bañera, en un río, en el mar. Y cuando el agua está caliente, más plácida me siento. Estuvimos un rato, luego sentimos curiosidad de probar las otras actividades. Entramos al sauna. Antes de entrar, cogimos un cojín para sentarnos, como vimos hacer a las otras. Eso de compartir la misma superficie para sentarse desnuda no me pareció tan chévere. Nos reímos con María de las manías, cómo eso me produce "guácala" pero compartir el agua me parece natural. En el sauna, una mujer nos preguntó sobre el viaje y nosotras sobre su vida. Hablaba muy poco inglés y con pocas palabras nos hicimos una imagen un poco inventada de su vida. Entendimos palabras claves: ceremonia de té, grupo privado, trabajo el domingo y algo con unos números que no supimos entender. El sauna era de piedra y la banca de madera a una temperatura deliciosa. Nos salimos cuando el reloj de arena nos señaló que era el momento. Antes de meternos en la de agua fría, con un contenedor amarillo, nos echamos agua afuera de la piscina y entramos. Rituales para estar limpias y pensar en la otra. Un chorro de agua salía de la boca de un león de bronce, amplificado por el eco del lugar, característico de un baño. Seguimos la secuencia de aguas y temperaturas y, por último, entramos en una con electricidad. Se sentía corriente en el cuerpo, las manos se torcían, y era una sensación que no lograba sentir estimulante, a diferencia de María.

El segundo onsen que visitamos fue después de una caminata hermosa a las afueras de Kyoto, tal vez el día que recuerdo con más cariño de todo el viaje. Un recorrido por templos en la naturaleza, con musgo, guardianes de piedra y bosques de bambú. Momentos de mucha contemplación, meditación y conexión con el universo.

Uno de mis deseos del viaje era un onsen con agua termal. Amo los termales. Este era mucho más grande. Nos quitamos los zapatos a la entrada y los pusimos en unos lockers. Caminamos entre la gente con esa expectativa de no saber qué encontrar ni qué hacer. Fuimos a recepción, nos dieron la toalla y el resto estaba adentro. Las duchas estaban al fondo, un espacio mucho más grande. Ya conocíamos la rutina. Nos bañamos con los productos de olores deliciosos y escogimos las piscinas de aguas termales al aire libre, entre rocas y vegetación. Teníamos mucho para hacer: bañeras individuales, una zona en el piso con una “almohada” de madera como la de las geishas (donde me quedé delicioso mucho rato sintiendo el calor del cuerpo por el agua termal y el frío del exterior), otra zona para estar acostada con el agua justa para que la cabeza quede afuera, agua fría, sauna de madera en diferentes niveles, turco con sal caliente al interior para exfoliar el cuerpo. Mujeres de todas las edades compartiendo el final del día en un baño compartido y cotidiano.

Este es otro lugar sin fotos, donde debo confiar en mi memoria para recordar el lugar. La primera vez entre tantas mujeres desnudas. Ellas, habituadas; nosotras y otras extranjeras, aprendiendo de su naturalidad. ¿Cómo es crecer viendo tantos cuerpos diversos de mujeres? ¿Cómo es crecer desde pequeña viendo el cuerpo de la mujer en todas las edades y aceptando con naturalidad el paso del tiempo en el cuerpo? En Colombia, el cuerpo del otro es cercano, nos abrazamos, nos tocamos, bailamos, nos sentimos, pero no nos vemos desnudos. Lo que vemos son cuerpos en las revistas o pantallas, trabajados para mostrar su desnudez. Pero no vemos cuerpos al natural y en todas las edades. Me da mucha curiosidad imaginar, o incluso quisiera sentir en mi propia piel y hacer mía esa experiencia, crecer entendiendo que el cuerpo cambia y que con cada segundo sigue siendo bello o simplemente sigue siendo lo que es: un cuerpo desnudo de mujer.


 

 


Las mujeres

Para seguir alimentando mi nostalgia por Japón, vi una película, Sonata en Tokyo. Hay una escena que todavía no puedo hilar bien y no quiero pasar por el criterio. Es una sensación que me produce la imagen de la mujer silenciosa que espera y acompaña. Me intriga, me cuestiona y también me genera respeto por su complejidad.

La mujer de la película, la mujer del ceramista, las mujeres de las casas que no vi pero me imaginé, me hacen pensar en cómo ha cambiado la vida para nosotras las mujeres. Pero también cómo sigue siendo, para muchas mujeres, el ser compañía de alguien y no tener independencia.

Me sorprendió en este viaje en particular que varias personas se cuestionaran que yo viaje sola siendo una mujer casada (y puedo ver cómo me cambia el tono y me hierve un poquito la sangre). Algunas me dijeron: "Uy, te alzaste la bata", o: "¿Y Coco qué piensa de tus viajes?". Y mi respuesta es: Coco se alegra por mí, me apoya y me acompaña.

Para darles contexto, llevamos juntos 19 años y nos hemos acompañado a crecer. Nos hemos apoyado a cumplir los sueños individuales y hemos construido los de pareja. Hemos aprendido, y seguimos en esas, a balancear la vida en pareja y la vida individual para que, al compartir la vida con alguien, los sueños que cada uno tiene no mueran. Pero el punto es que Coco tiene también un trabajo que ama y con el que ha viajado por el mundo entero. Me enseñó a acompañarlo desde casa y a alegrarme por él. Yo soñaba que también el trabajo me llevara a conocer el mundo, y años después también me está pasando. Él sueña conmigo y me ayuda a elevar esos sueños. Por eso ahora, cuando también viajo, siento su compañía y su apoyo desde casa. Y espero que cada vez más se vuelva normal y equitativo la mujer que viaja y el hombre que espera.


Los jardines

Todavía cierro los ojos y vuelvo a los jardines.

Intento escribir y me quedo mirando hacia arriba con una sensación. Nuevamente, la misma sensación que no sé cómo poner en palabras. Algo similar a lo que siento en los retiros de meditación o en los momentos de mucha conexión en el taller. Es algo que está en el aire y que traspasa el adentro y el afuera. Los jardines que vi, esas imágenes, saltaron al interior. Están dentro de mí. Su belleza me obligó a recorrerlos con tanta atención y presencia que los hice míos. Los llevo adentro.


 

 

 

 

 

 

Lo sagrado

Desde hace seis años, empecé a meditar con Mercedes López. Cada año me matriculo nuevamente en su curso, donde aprendemos a ir cada vez más profundo en la meditación y en las enseñanzas budistas. Fuimos a varios templos y lugares sagrados, que sentía como el origen de lo que he aprendido. Pero en cuatro de ellos sentí algo muy profundo.

El primero es un templo en Kyoto que se llama Sanjusangendo. Lo recorrimos María y yo en silencio. Sin prisa. No se podían tomar fotos, y eso nos invitó a observar con mucho detenimiento para no olvidar. Hacía mucho calor; el espacio era de madera y paneles de papel. Por alguna razón, ese calor en particular me gusta, como el de los turcos, el de la fiebre o el de una piedra caliente. Recorrimos a gusto, conociendo cada una de las estatuas, y nos dejamos envolver por eso sagrado que va más allá de comprender o no su tradición y significado.

 

 

El otro fue un templo a las afueras de Kyoto, donde una vez al año se reúnen para pedir por los espíritus de los ancestros. 

Cuando llegué a Nenbutsu-ji, algo muy fuerte se apoderó de mi cuerpo, como si la gravedad ejerciera más atracción en ese punto. Recorrí, observé, sentí, y tuve que sentarme a meditar un rato. Me quité los zapatos, me senté sobre una piedra y, al frente de un monumento tallado en piedra, me “fui”. Estuve así un rato, no sé cuánto, hasta que empecé a sentir unos niños jugando alrededor que me invitaron a “volver”. Salimos de ese lugar y la gravedad volvió a ser la misma.

 

 

El otro lugar que fue muy especial fue un templo budista muy distinto a los otros que habíamos visitado. Era un espacio pequeño, de madera y sin elementos de colores. La arquitectura era preciosa. A la entrada había un elemento de cerámica con una fuente que sonaba hermoso. Estaba todo rodeado por el jardín de musgo más lindo que he visitado. Entramos con respeto y con emoción. También medité en ese lugar y agradecí por estar ahí y haber encontrado este camino.

 

 

 

 


 

 

Y por último las 1200 figuras talladas en piedra en Otagi nNenbutsu-ji  y una casa del camino:

 

Este creo que es mi lugar N1 del viaje
Este creo que es mi lugar N1 del viaje

 


 

Un techo vivo
Un techo vivo

 

 

 


Los oficios

Desde la universidad -cuando estudié arquitectura-, tengo una fascinación por Japón. Estudiaba sus casas, sus templos, sus ensambles en madera. Luego fue la literatura. Me dediqué a leer literatura japonesa por mi madre, que tiene la biblioteca más exquisita y se ha dedicado a pasarme joyitas sin que yo tenga que escoger. Desde esa época universitaria leo novelas japonesas y me encantan las historias, los lugares que describen, los personajes, las pausas. Y luego fue el algoritmo de Instagram. Me tiene detectada y me muestra "formas de hacer" en Japón: objetos en madera, cerámica o tinta para caligrafía. Todos los vídeos muestran en detalle el tiempo y la dedicación que toma hacer cada objeto. ¡Eso me fascina! Cuando hay que pasar mucho tiempo dándole vida a algo. Creo que hay mucha magia en ese intercambio.

Así que tenía muchas ganas de conocer algo de eso. No tenía nada muy planeado -aunque sí tenía una lista de recomendaciones que se me empezó a volver un estrés, como si fuera una carrera de observaciones con objetivos por cumplir-. Hay tanto por visitar que me tenía que repetir: no estoy viendo este museo, pero sí estoy viendo esta tela hermosa frente a esta puerta, aceptando que cada paso que daba está bien, era el mío.

Viajar es tomar decisiones a cada instante. Y una de esas decisiones fue acompañar a María a visitar Tokoname, un pueblo alfarero, silencioso, como ya dije, y lleno de magia.

Recorrimos a pie y un poco en bicicleta la ruta de la cerámica. 

 

 

Una amiga de María nos contactó con un amigo -la red de amigos-. Takayuki nos dedicó tres días para mostrarnos su lugar: primero el museo, luego su taller y de ahí nos dejamos llevar a todas las sorpresas que tenía preparadas para nosotras. 

 

Esta fue la mejor comida del viaje
Esta fue la mejor comida del viaje

 

Visitamos a dos ceramistas que tienen en sus manos la vida del oficio. Verlos trabajar y escucharlos hablar de sus oficios fue sentir la vida. Lloramos de la emoción, la conmoción, la gratitud.


 

Momento dorado al ver trabajar al maestro Shimizu Genji.
Momento dorado al ver trabajar al maestro Shimizu Genji.

 

María y yo compartimos muchas cosas: el amor por nuestros oficios, nuestras maneras en contravía de construir la vida, el recuerdo de la casita que compartimos en Londres y la curiosidad por el fuego.

María es ahora, además de ceramista, creadora de fuego. Construye hornos de leña para cerámica, y yo vengo investigando cómo hacer fuego para fundir metales. -Capítulo del fuego de la investigación Volver al proceso-  Esto nos ha llevado a compartir varios candeladas y exploraciones. En Tokoname nos encontramos con el verdadero abuelo fuego, el Anagama. Son unos tipos de hornos que vimos en muchos libros y documentales y no nos imaginamos estar cerca de alguno en la vida real. Primero nos encontramos con uno en nuestra primera caminata por el barrio, y luego tuvimos el privilegio de conocer uno que aún está vivo, es decir, en funcionamiento, del ceramista Hirano Yuichi. 


 

 

Después de visitar su taller y ver nuestra emoción por el oficio, nos invitó a conocer sus hornos. El corazón del fuego. Lo observamos, dibujamos e intentamos comprenderlo.


 

 


 

Gracias María por ser compañera del fuego y de la vida.
Gracias María por ser compañera del fuego y de la vida.

 


 

-Recomiendo detenerse en los detalles y materiales de este espacio-
-Recomiendo detenerse en los detalles y materiales de este espacio-

 

 

Caras felices después de compartir el amor por el fuego y los oficios
Caras felices después de compartir el amor por el fuego y los oficios

 

 

El taller del maestro
El taller del maestro

 

 

El maestro -Takayuki lo llamaba Sensei- viendo los videos de Taller sin Borde
El maestro -Takayuki lo llamaba Sensei- viendo los videos de Taller sin Borde

 


Viajar con Taller sin Borde

Viajar con las joyas me abre vínculos. Es una forma de entablar conversaciones que no tendría de otra manera, de compartir mi mundo en donde esté, de abrir nuevos caminos y de costear el viaje.


 

 


 

 

Gracias a las personas que me acogieron durante el viaje.


 


 

Aqui hago un paréntisis sin continuidad en el tiempo para contar del final del viaje en NY y en Baltimore, experiencias que también me abrió la joyería.

 -Mas de estas historias en el instagram de Taller sin Borde -


 

Demostración en Baltimore, USA.
Demostración en Baltimore, USA.

 

 

Parada en NY en Atelier García con Clara Arango, Caro Vieira y Orlando García.
Parada en NY en Atelier García con Clara Arango, Caro Vieira y Orlando García.

 

 

Viajar como gitana compartiendo Taller sin Borde.
Viajar como gitana compartiendo Taller sin Borde.

 


 

Exponer con las amigas: Con Caro donde Clari. NY
Exponer con las amigas: Con Caro donde Clari. NY

 


Volvamos a Japón:

 


 

Aprender

También tuvimos tiempo de una mañana de clase en Tokyo. Llegar fue toda una aventura. Después de dos horas de camino, llegamos a  @Mitsuroutomoyas. Donde aprendimos un poco de la técnica de Mitsurou, cera de abeja mezclada con resina de pino que al estirarse saca unas texturas preciosas. Ya veremos qué surge de las exploraciones futuras en el taller, por ahora la cera está esperando en la mesa de joyería.

 

 

Exponer y compartir

Por esta invitación se creó el viaje a Japón. Cuando a dos de mis mejores amigas también las invitaron a la muestra y, además, se sumaron al viaje, ¡tuve que unirme al tren!

Tenía muchas voces en la cabeza que me hablaban desde el miedo: hacía un mes había hecho un viaje de cinco semanas, ¿cómo me iba a permitir volver a salir?, ¿cómo iba a pagarlo?, era muy lejos... Todas esas voces se fueron silenciando con el apoyo de mi familia, que me decía: "Tata, tienes que ir". Mis amigas: "¡Vamos!" Como dice Naty, la sobrina: "En la vida hay trenes que pasan una sola vez, lo tomas o lo dejas". Y este año estoy tomando los trenes, porque hay algo muy maravilloso que pasa con los años, y es que llega la seguridad. Así que poco a poco he ido recogiendo herramientas contra el miedo, sobre todo contra esa voz que cree que lo peor está por venir. Cierro los ojos y confío. En mí, en mi capacidad productiva, en la gente que se conecta con mi trabajo y en la vida.
-Ya cierro los ojos, ilumino el pecho y me conecto con el universo-.


 

Foto por Nobuki
Foto por Nobuki

 

El templo y el jardín

Performance en un lugar sagrado

Han sido pocos, pero cada vez más seguidos, los momentos en donde logro unir la creatividad con la espiritualidad. Para el inicio de la muestra, Karen de Mil nueve ocho, la creadora de la exposición, me invitó a empezarla con el performance de la pulsera de hielo. Es realmente un acto meditativo de espera mientras se descongela, en presencia, en silencio y en observación.


 

 

 

 

 

 


 

Este templo nos acogió a un grupo de Colombianos y Japoneses. Exposición de Mil nueve ocho.
Este templo nos acogió a un grupo de Colombianos y Japoneses. Exposición de Mil nueve ocho

 


 

Gracias Japón bonito
Gracias Japón bonito

 


Y para terminar este viaje voy a invitar a la Ana María arquitecta para señalar esos detalles de los espacios que cautivaron mi atención: Las entradas, los pisos, las ventanas, los calados, las proporciones, las canaletas de agua.


El piso como lugar sagrado y limpio

 

 

El piso soporta el cuerpo y las actividades íntimas del hogar. Los zapatos y la calle que queda en sus suelas, esperan afuera.


Ventanas con telas

El adentro y el afuera están divididos por telas suspendidas de bambú o madera. De la manera más delicada y hermosa, cada una de estas telas tiene su particularidad: un letrero, una costura, un corte, un color, un teñido, una proporción. Ver las telas y el movimiento en cada casa cautivó mi atención durante todo el viaje.

 

 

 

Las ventanas, como lámparas, guardan el interior.
Las ventanas, como lámparas, guardan el interior.

 


Los regalos

Dar para recibir.

Recibí muchos regalos, algunos como intercambio, otros como consecuencia de mi emoción, y algunos estaban esperando por mí en la tierra.


Un pincel de caligrafía, una flor de oro, una pieza de cerámica, un eslabón de vidrio, unos fósiles de diente de tiburón, una piedra de barro, un collar de fríjoles, una tela de ceremonia de té, unos tés de rooibos, un "soporta flores" y un libro.


 

 

 

Flor de oro: Caminando para calmar mi mente y mis emociones después de un momento difícil, me acerqué a una quebrada, y al lado mío estaba esta flor de loto, esperándome.
Flor de oro: Caminando para calmar mi mente y mis emociones después de un momento difícil, me acerqué a una quebrada, y al lado mío estaba esta flor de loto, esperándome.

 

 

El sensei, al ver mi emoción por la similitud de nuestras piezas, me la regaló.

 

Cada regalo se convirtió en una pieza viva de este viaje, como memorias y conexiones que me llevo a casa. Gracias a todas las personas que se cruzaron en mi camino.


Fin.


Algunas, o muchas cosas de este viaje no quedan en esta historia: Las caminadas por el barrio, la intimidad de compartir con las amigas, las fotos de las comidas y restaurantes, los momentos de dificultad, las risas con la japamiga en el corredor del hotel, las selfies, los abrazos del grupo en momentos de llanto y sobre todo los momentos invisibles que no quedan en las fotos. Pero todo eso sucedió y espero seguir recordándolo.


Nota para el lector:


Gracias por leer hasta el final. 

Gracias por sentir curiosidad del viaje. 

Gracias por alegrarse conmigo.

Gracias por hacer parte de Taller sin Borde.


Es la primera vez que comparto lo que escribo y tantos momentos íntimos de un viaje. Me gustaría saber qué sentiste y qué pensaste al leer lo que escribo.  

Continuemos la conversación! 

Envíame un mensaje a

tallersinborde@gmail.com.


Con cariño,

Ana María Jimenez

Taller sin Borde

Medellin, Colombia.

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